Se acerca el final del 2014 tras dos años y
algunos días de diálogos de paz adelantados en La Habana, Cuba, entre
plenipotenciarios del gobierno colombiano y de la Delegación de Paz de las
FARC-EP. Durante el tiempo señalado hemos intercambiado tesis, propuestas, y
alcanzado algunos acuerdos parciales manteniéndonos en todo momento en pie de
igualdad y con los mismos derechos y deberes emanados para ambas partes del
Acuerdo General de agosto de 2012. En la actualidad, nos encontramos estudiando
y buscando salidas a temas y problemas difíciles, por razón de la naturaleza
compleja de estos últimos, o porque en más de cincuenta años de conflicto
interno se han aplazado soluciones que han debido ser aplicadas para beneficio
colectivo. Los diálogos han puesto de manifiesto que la patria colombiana
requiere de una honesta y profunda revisión. La desigualdad y la pobreza
generalizada, la incompetencia estatal para hacer prevalecer el buen gobierno,
la justicia y la paz, no han permitido sembrar concordia ni construir las bases
de una reconciliación perdurable. El conflicto social y armado sigue vigente;
originado en la llamada “violencia partidista”, en la injusta visión histórica
sobre vitales asuntos atinentes a la tierra, en el manejo indigno de los
dineros públicos, en la concentración sin límite de la riqueza nacional en
contadas manos, cada vez más garosas, y en una institucionalidad pública
inservible por haber sido arrinconada por inescrupulosos detentadores del
poder, confirma que en la Mesa de Conversaciones, el reto que tienen por
delante los plenipotenciarios es de una inmensidad sin precedentes. Para
quienes tenemos el compromiso de ensamblar el escenario a partir del cual se construirá
una nueva República con el concurso de todos y cada uno de los hombres y
mujeres que conforman el componente humano de una misma patria, los meses por
venir son fundamentales. Dicho escenario es único; no es cualquiera. Se trata,
ni más, ni menos, del escenario del ahora o nunca. Es el escenario añorado por
todos, por el cual hemos luchado y padecido tanto: es el escenario de la paz,
de la reconciliación, de la hermandad con justicia social. Apelando al sagrado
e irrevocable derecho a la rebelión, que por razones que siempre brotaron de la
inhumana existencia de quienes todo carecían por habérseles negado el mínimo
vital en todos los terrenos, buscamos con las armas, como recurso último de
expresión política, por lo menos colocarnos en pie de igualdad con el
despiadado adversario de todos los tiempos, para que nuestra voz, que es la del
pueblo excluido no continuara siendo desatendida. Por esto no desperdiciamos la
actual coyuntura que sirve para exponer con justos títulos un abanico de
reclamos acompañados de decenas de soluciones. Nos encontramos en Cuba para
seguir forjando Patria. Construyamos entre todos el porvenir. Es nuestro
llamado. Ayer, durante la última audiencia de víctimas del conflicto al
escuchar sus relatos, evocamos, con ineludibles sentimientos encontrados, a
otras víctimas que ya nadie recuerda, pero que las FARC-EP siempre honran
llevándolas en su memoria individual y colectiva y por las cuales continúa
buscando la reconciliación nacional pero arropada en todo lo que pueda significar
la palabra “justicia”. Las víctimas de la inescrupulosa violencia partidista,
las víctimas de los “cortes de franela”, las víctimas de la primera generación
de paramilitares de la décadas de los cincuenta y los sesenta del siglo pasado,
las víctimas de la dictadura militar de ingrata recordación, las víctimas de la
injerencia extranjera tolerada por gobiernos bipartidistas, las víctimas de las
desapariciones forzadas, del desplazamiento y las ejecuciones extrajudiciales.
Las víctimas de Marquetalia, Río chiquito, El Pato y Guayabero; las mismas
víctimas que nosotros en defensa de altas miras hubiéramos podido provocar por
error; las víctimas de los hombres de Estado y de la fuerza pública; las
víctimas militantes de la Unión Patriótica; las producidas por la nueva
generación de paramilitares en connivencia con agentes de las diversas armas
oficiales. Las de los hornos crematorios, las masacres y las motosierras, y las
que reposan en las tumbas N.N.; o las que cuyos cuerpos flotaron río abajo
hasta desaparecer; y las que nunca fueron registradas; y las víctimas de la
miseria y el hambre, de la desigualdad y, en general aquellas víctimas que
somos todos los colombianos, a manos de ese, el más grande y más funesto de
todos los victimarios: el Estado. Visto lo anterior, inspirados en el derecho
de gentes, tradición constitucional colombiana y homenaje a todas la víctimas
ocasionadas en razón del conflicto que buscamos superar, y en consideración al
trabajo que nos compromete cada día más con el espíritu trazado en la parte
motiva de la agenda de La Habana, y, en atención a que creemos que hemos
iniciado un recorrido definitivo hacia la paz acompañado de un proceso
constituyente, hemos resuelto declarar un CESE UNILATERAL AL FUEGO Y A LAS
HOSTILIDADES POR TIEMPO INDEFINIDO, que debe transformase en armisticio. Para
el logro de su pleno éxito, aspiramos contar con la veeduría de UNASUR, CELAC,
el CICR, y el Frente Amplio por la Paz. Este cese de fuegos unilateral, que
deseamos se prolongue en el tiempo, se daría por terminado solamente si se
constata que nuestras estructuras guerrilleras han sido objeto de ataques por
parte de la fuerza pública. Es nuestro anhelo que el pueblo soberano asuma
también y de manera protagónica esta veeduría, dado que con ella se busca el beneficio
de la patria lacerada y un homenaje a las víctimas de ayer y de hoy. Sea la
oportunidad para llamarle la atención de forma clara y directa al Presidente
Santos por haber mostrado, una vez más su regocijo en twitter, por la muerte de
algunos de nuestros compañeros de armas y de ideas el domingo anterior. La
guerra no puede ser motivo de gozo sino de pena, así se den resultados que
puedan beneficiar episódica y transitoriamente a alguna de las partes.
Precisamente el respeto a los caídos es un principio universal de humanidad sin
consideración del bando que ellos representen. No más circo, no más
exhibicionismo de fuerza incontrolada, no más cobro de facturas con el
sacrificio de vidas ajenas. Queremos contrastar. Queremos superar los episodios
inútiles de sangre. Lo hemos manifestado una y otra vez sin haber sido
escuchados. Así y todo manifestamos que el mencionado cese de fuegos y
hostilidades entrará en vigor a las 00:01 horas del 20 de diciembre de 2014, si
para la fecha se cuenta con la disposición de verificación, de al menos una de
las organizaciones mencionadas. La presente decisión está siendo comunicada
formalmente al gobierno de Colombia. A embajadas y sedes diplomáticas a nuestro
alcance. Al Secretario General de la Organización de Naciones Unidas, ONU; a la
Unión Europea; al Comité Internacional de la Cruz Roja, CICR; a la Unión de
Naciones Suramericanas, UNASUR; a la CELAC; al Papa Francisco; a otras cabezas
de credos reconocidos universalmente; al Centro Carter, y a ONG’s de reconocimiento
mundial. Estamos dispuestos a convocar en La Habana a todas las organizaciones
colombianas sin ánimo de lucro, amigas del proceso de paz, para rendirles un
informe sobre la iniciativa acá presentada y con el propósito de invitarlas a
que respalden esta iniciativa por la paz de Colombia.
Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP.